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viernes, 6 de octubre de 2017

LA FIEBRE EN LOS NIÑOS

La edad, la actividad física, el ambiente e incluso la hora del día pueden modificar la temperatura corporal de los niños. Sin embargo, cuando el termómetro marca 28 grados hay que empezar a preocuparse.

en los niños es bastante frecuente que se desarrollen cuadros febriles por los más diversos motivos como gripe, infecciones virales o bacterianas, insolación... entre otros. A pesar de ser bastante molesta, la fiebre es en realidad un mecanismo de defensa, ya que el cuerpo eleva su temperatura para disminuir las consecuencias de una enfermedad o lesión. Sin embargo, hay que bombatirla, ya que su permanencia tiene otros efectos no deseados (como convulsiones). En estos casos hay que actuar con rapidez, pidiendo ayuda médica mientras se aplican métodos para bajarla.

Aunque por regla general los 38 grados son sinónimo de fiebre, en rigor esta medida sólo es exacta para la temperatura tomada en la axila, ya que la rectal (en el "culete") es de 0,5 grados mayor, es decir, se considera que hay fiebre cuando el termómetro nos marca 38,5 grados.

Un niño afiebrado por lo general está decaído. En ocasiones la fiebre se presenta con escalofríos mientras en otras, el menor duerme más de lo acostumbrado.


¿Qué hacer cuando un niño tiene fiebre?

Si el niño tiene menos de un mes de vida y presenta fiebre hay que consultar inmediatamente al pediatra mientras se le desabriga. Más aún si está decaído o rechaza la alimentación, porque podría tratarse de una enfermedad.

En todo caso, en términos generales, la primera medida frente a un niño con fiebre es liberarlo de sus ropas dejándolo sólo en pañales o con una prenda ligera. El ambiente también debe estar fresco, sin llegar a ser frío. Hay que ofrecerle, además, abundante líquido. En el caso de los bebés, se les puede dar agua gota a gota. Paños humedecidos en agua tibia ayudan a enfriar su cuerpo y si la fiebre es demasiado alta puede ser necesario darle un baño de agua fría. Si el niño es mayor podrá administrársele un antipirético recetado o recomendado anteriormente por su pediatra (Dalsy o Apiretal son los más comunes).

Si la fiebre es de más de 38,5 grados y existen otros síntomas como tos, dificultad para respirar o vómitos, es necesario consultar al médico con brevedad.

En todo caso, lo más importante es determinar qué provocó ese aumento de la temperatura, ya que la evolución de la fiebre está ligada al tratamiento de la enfermedad que la desató y desaparecerá sólo cuando dicha enfermedad sea erradicada con los tratamientos que considere.

La fiebre no es una enfermedad en sí misma, sino un síntoma que nos alerta acerca de otros problemas que están ocurriendo en el organismo.



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